martes, 1 de mayo de 2012

                                       EL SILENCIO / Pilar Pujols Penn
                            

  Entre los oradores hay maestros en el arte de callar. Benjamín Disraeli elevó  en más de una ocasión, a táctica parlamentaria, su talento para dominar el silencio. Sagasta manejaba con tal pericia los silencios en sus discursos que electrizaba con ellos a partidarios y opositores. El mariscal Moltke ha pasado a la posteridad con la fama de "saber callar en siete idiomas". Esta "maravilla" como siempre llama al  silencio,
 Cervantes,ha cumplido verdaderos prodigios expresivos a través de la historia. Tenemos un buen ejemplo en este pasaje:
"En cierta ocasión en que el emperador romano estaba muy irritado contra los habitantes de Antioquia, concurrió a su palacio el anciano y virtuoso jurisconsulto Flavio, para pedir piedad por ellos.Frente al soberano, no recurrió al discurso de súplica: humildemente arrodillado,permaneció inmóvil y silencioso, mientras sus lágrimas mojaban las ricas alfombras. El emperador, conmovido por la presencia y el aspecto de ese hombre a quien todos respetaban, llegó hasta él, lo levantó y lo invitó a hablar. "   Pero ¿acaso  necesitaba hacerlo quien ya mudamente tenía concedido el perdón?
      En nuestra época sobran los ejemplos de" la política del silencio": "los discursos mudos" de los discípulos de Gandhi, "la guerra de rodillas", las elocuentes "marchas del silencio" con que las multitudes expresan su exaltación, "la abstención" de las votaciones orales, "el silencio diplomático" con que se enfrentan algunas situaciones... todos ellos signos evidentes del enorme respeto y la trascendencia que envuelve a esta "maravilla" que nos ocupa.
        En fin ¿en qué ciencia, disciplina o actividad pensante o emocional no encuentra el hombre en el silencio a ese compañero diligente y oportuno que le crea las condiciones óptimas para la observación, la meditación, el goce o la proyección hacia el infinito?
Siempre que el silencio no sea fruto de condiciones abyectas, como la represión,el temor, la cobardía o la imposición, ni sea instrumento de ocultamientos malintencionados- es decir cuando responda al limpio ejercicio de la libertad y la integridad del ser humano, será fuente constante de satisfacción para quien lo cultive. Por último, como dijo Spinoza: "El mundo sería más feliz si los individuos fueran tan capaces de guardar silencio como de hablar."